El Ministerio de Hospitalidad es el rostro acogedor y amable que saluda a cada persona que entra en nuestra parroquia, especialmente durante las misas. Este grupo de voluntarios comprometidos juega un papel crucial en asegurarse de que todos, tanto feligreses como visitantes, se sientan bienvenidos y valorados.
Más que simplemente dar la bienvenida, los miembros de este ministerio encarnan el amor y la bondad que Jesucristo nos enseñó. Aunque su labor es más notoria durante las misas, su influencia se extiende a cada rincón de nuestra comunidad, haciendo que cada celebración sea un testimonio de unidad y fraternidad.
El Ministerio de Hospitalidad es el rostro acogedor y amable que saluda a cada persona que entra en nuestra parroquia, especialmente durante las misas. Este grupo de voluntarios comprometidos juega un papel crucial en asegurarse de que todos, tanto feligreses como visitantes, se sientan bienvenidos y valorados.
Más que simplemente dar la bienvenida, los miembros de este ministerio encarnan el amor y la bondad que Jesucristo nos enseñó. Aunque su labor es más notoria durante las misas, su influencia se extiende a cada rincón de nuestra comunidad, haciendo que cada celebración sea un testimonio de unidad y fraternidad.
Con su calidez y dedicación, no solo ofrecen un saludo cordial, sino que también ayudan a que las misas se desarrollen con orden y armonía, poniendo siempre las necesidades de la comunidad en primer lugar.
El Ministerio de Hospitalidad es un reflejo del llamado evangélico a servir y amar al prójimo. Es gracias a ellos que nuestra parroquia es un lugar donde cada persona se siente acogida y apreciada, creando un ambiente de respeto y amor en cada encuentro litúrgico.